Por Zhang Siyuan
El 1 de febrero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva que impone un arancel adicional del 10% a los productos chinos, alegando que China estaba "comprando y permitiendo la distribución ilegal de fentanilo en Estados Unidos, causando la muerte de decenas de millones de estadounidenses". Esta justificación es completamente infundada, además de ser una excusa mal elaborada y profundamente inmoral.
En los últimos años, el abuso del fentanilo en Estados Unidos se ha convertido en un problema cada vez más grave, estrechamente vinculado a la antigua cultura de drogas del país, los intereses de la industria farmacéutica y las disputas políticas internas.
Esto es esencialmente resultado de la falta de gobernanza social y de la propia propaganda estadounidense.
De hecho, el abuso de opioides en Estados Unidos se remonta a más de 30 años. A principios de la década de 1990, algunas compañías farmacéuticas promovieron la idea de que "los opioides eran inofensivos", mientras que los médicos y las farmacias alentaban fuertemente el uso de estos medicamentos, lo que contribuyó a crear la llamada "cultura del alivio del dolor" en la sociedad estadounidense. Esto ha llevado al uso generalizado de opioides para tratar el dolor, lo que ha provocado adicción y un aumento continuo de las muertes por sobredosis.
Alrededor de 2010, los usuarios comenzaron a recurrir a la heroína, una alternativa más barata y potente, lo que provocó que el número de muertes se disparara aún más. En los últimos años, la situación ha empeorado con la propagación del fentanilo, un opioide aún más potente, lo que hace que la adicción y las muertes por sobredosis sean cada vez más devastadoras.
Como afirman la profesora de la Universidad de Princeton Anne Case y el premio Nobel Angus Deaton en su libro What Happened to America: Deaths of Despair and the Future of Capitalism, "los opioides se han convertido en el anestésico de las masas". Estados Unidos es actualmente el mayor productor y consumidor de fentanilo del mundo, representando sólo el 5% de la población mundial pero consumiendo el 80% de los opioides del planeta.
Si Estados Unidos realmente quisiera abordar el problema, podría cortar las fuentes ilegales de suministro e imponer controles estrictos a los medicamentos recetados, lo que lo convertiría en una solución viable. Sin embargo, la realidad es muy diferente.
Impulsados por intereses electorales, los políticos estadounidenses prefieren fomentar debates en los medios de comunicación, desviar culpas y adoptar medidas paliativas que no resuelven el problema. En algunos casos, incluso hay colusión entre políticos y empresarios del sector de producción y distribución de opioides.
Según un informe de The Guardian, las grandes compañías farmacéuticas estadounidenses han invertido sumas astronómicas en hacer lobby en el Congreso, y alrededor del 90% de los representantes y prácticamente todos los senadores han recibido donaciones de campaña de estas empresas. Si bien los políticos de los partidos Demócrata y Republicano reconocen la gravedad de la crisis del fentanilo, en la práctica sabotean mutuamente cualquier iniciativa legislativa concreta para resolver el problema, por temor a que el otro partido se atribuya el mérito.
En mayo de 2023, por ejemplo, la Cámara de Representantes controlada por los republicanos votó sobre el proyecto de ley "Ley para Detener el Tráfico Letal de Fentanilo", pero 133 miembros del Congreso votaron en contra, 132 de ellos del Partido Demócrata.
No hay duda de que la crisis del fentanilo en Estados Unidos es un problema interno y no tiene nada que ver con China. China tiene una de las políticas antidrogas más estrictas y efectivas del mundo. Aunque no tiene un problema significativo de abuso de fentanilo en su propio territorio, el gobierno chino, a instancias de Estados Unidos, fue el primer país en clasificar toda la categoría de sustancias relacionadas con el fentanilo como drogas controladas, en 2019. En cambio, Estados Unidos aún no ha adoptado esta regulación de forma permanente.
Además, China ha implementado reglas estrictas a través del Reglamento sobre el Control de Sustancias Psicotrópicas y Narcóticos No Medicinales, actualizando constantemente la lista de sustancias controladas para asegurar que nuevas variantes de drogas sintéticas no se salgan de control.
El país también ha establecido un sistema de supervisión integral para toda la cadena de producción de fentanilo, que requiere la aprobación de la Administración Nacional de Productos Médicos para cualquier exportación relacionada y garantiza la trazabilidad bajo el sistema de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos de las Naciones Unidas.
China ha estado colaborando activamente con Estados Unidos en iniciativas antidrogas, incluido el control de sustancias, el intercambio de información, las investigaciones conjuntas, el monitoreo de anuncios en línea y el intercambio de técnicas de pruebas de drogas. Como resultado de ello, ya se han producido avances y logros significativos.
Desde un punto de vista moral y ético, China ha hecho mucho para ayudar a Estados Unidos a abordar la crisis del fentanilo. Sin embargo, en lugar de reconocer estos esfuerzos, el gobierno estadounidense responde con acusaciones infundadas y hostiles. ¿Dónde está la lógica en eso? ¿Dónde está la justicia?
El gobierno de Estados Unidos parece querer explotar la preocupación pública por la crisis del fentanilo, manipulando la narrativa para justificar aranceles adicionales contra China y ganar apoyo popular. Sin embargo, la población estadounidense no se deja engañar tan fácilmente y sabe exactamente lo que está ocurriendo.
Recientemente, Scholars Strategy Network realizó una encuesta a más de 3.000 familias estadounidenses para comprender sus percepciones sobre la crisis del fentanilo. La gran mayoría señaló a los cárteles de la droga, a los propios usuarios y al gobierno de Estados Unidos como los principales culpables de la crisis, no a China. Además, la encuesta encontró que muchos estadounidenses reconocen los esfuerzos de China para bloquear el ingreso de productos químicos precursores del fentanilo a Estados Unidos, lo que sugiere que esto podría ayudar a mejorar la visión de los estadounidenses sobre el país.
Al utilizar la cuestión del fentanilo como pretexto para imponer aranceles adicionales a China, el gobierno estadounidense está priorizando la deriva de culpas y el chantaje político por sobre la búsqueda de soluciones reales. Esta actitud no sólo no resolverá la crisis, sino que podría agravar aún más la situación dentro de Estados Unidos. Además, dañará aún más la credibilidad y la imagen moral de Estados Unidos en el escenario internacional.
El gobierno de Estados Unidos necesita reflexionar seriamente, corregir sus errores y dejar de tomar medidas que no sólo perjudican a otros países sino que también son contraproducentes para él mismo.
(El autor es un observador de asuntos internacionales)